El accidente acontecido junto a la isla de Giglio, entre Toscana y Cerdeña ha agitado al mundo de los cruceros. Un mundo que se ha desarrollado muchísimo en los últimos años. Y, además de desarrollarse, se ha popularizado, estando al alcance del público en general. De los cruceros elitistas de los años 80, 90 y 2000 hemos pasado a una industria masiva, pensada para rentabilizar los barcos al máximo. Como en otros sectores del transporte (aviación comercial, trenes de alta velocidad, etc…) y del turismo, la nueva idea fuerza es aumentar la productividad de las estructuras y vehículos, limitando los tiempos muertos, acelerando las rotaciones etc…
Tal vez, esa sea la causa del error, o los errores humanos que han causado dicho accidente, que por ahora se ha cobrado la vida de tres personas y que mantiene desaparecidas a otras 17. Si fuese el caso, sería lamentable que la rentabilización de las inversiones especulativas que se esparcen con tan malas influencias por todos los sectores productivos, contaminasen el desarrollo de un sector turístico como el de los cruceros. Como en todos los aspectos de la sociedad se echa en falta la vigilancia activa y el control de los Estados. La falta de reglamentaciones, de controles, la existencia de los paraísos fiscales favorece los desmanes de la iniciativa privada y las derivas especulativas de empresas que un día invierten en deuda estatal, otro en el trigo ucraniano y un día después en hoteles de lujo en las Bermudas o en cruceros por el Mediterráneo.
La dimisión de los Estados hace que las empresas, también las del mundo de los cruceros, expriman a sus empleados y, finalmente, a sus clientes hasta límites insospechados. El resultado, los accidentes, la caída de la calidad del servicio y la atención y el desprecio por la naturaleza y por los lugares visitados. La industria de los cruceros debería diversificarse y proponer ofertas de calidad. La tendencia a reducir los costes a toda costa puede tener efectos contraproducentes para una industria en expansión. Simplemente, con la popularización y con el aumento del tamaño del sector (economía de escala), se pueden obtener mejores costos por turista y por tanto, mayores beneficios. Al contrario, si el camino elegido es el de la reducción descontrolada de los gastos y el aumento desorbitado de los beneficios el único resultado será la consagración del sector como ámbito low cost, con la consiguiente guerra de precios, reducción de los servicios y la calidad y, finalmente, caída de las ventas.
El accidente de Costa Concordia, debería servir de aviso para las empresas y los clientes para evitar escaladas nefastas. Esperemos que se haga justicia y los culpables de este naufragio paguen sus faltas. Esperemos también que los usuarios de los cruceros sean cada vez más exigentes y demanden servicios de calidad, respetuosos con las tripulaciones, con la naturaleza y el mar y con los 18 millones de visitantes que cada año surcan cada día los cinco océanos.
Cala Goliznar para Mundicruceros.com