La primavera 2012 refulge espléndida a pesar de estas necesarias lluvias que evitarán la sequía veraniega. Bien está que llueva ahora para que, al llegar el verano, podamos disfrutar de nuestras vacaciones con buen tiempo.
La foto de cabecera muestra la bahía frente al puerto noruego de Barentsburg, en las islas Svalbard, en pleno Ártico. Foto de Juergen Kurlvink
En este periodo las compañías comienzan a ofrecer packs, 2×1 y promociones para el verano. Tenemos que aprovechar estas oportunidades para alejarnos un poco de la crisis, esa locura que hemos creado y que ahora parece que lo justifica todo. Las vacaciones deberían ser momentos para pensar y cavilar, no para olvidar. Los cruceros están evolucionando y evolucionarán más si los consumidores exigen productos de calidad, y no circuitos cerrados donde la gente se apile como sardinas en mitad de animaciones simples y pasadas de moda. La cultura, la buena música sea cual sea (no el pop más comercial o la samba, pagode o salsa más insípida), el turismo con mayor calado intelectual, servicios agradables y de calidad pueden hacer de los cruceros excelentes medios de comunicación, ocio y divulgación.
La ecología, por ejemplo, no es un privilegio de los países desarrollados, es una necesidad del planeta. Los cruceros pueden permitirnos sentir la inmensidad de los océanos, la potencia de su vida animal y vegetal y la dependencia absoluta que tenemos respecto a ellos. La economía y la sociedad humana dependen de su equilibrio. Bueno sería que nos diésemos cuenta.
Cruceros para el verano de 2012.
Por todo esto les vamos a presentar una seríe de cruceros, más originales y culturales que la media. Un panorama de la diversidad de cruceros y del camino que estos deben seguir para convertirse en un sector turístico importante y sustentable.
Cruceros por Canadá.
Empezamos viajando al norte de Canadá, rumbo a la inmensa península de Labrador en Quebec. En esta zona encontramos cruceros que unen Boston, en Estados Unidos, con Iqaluit la capital el Estado canadiense de Nunavut. Allí en la inmensa entrada de la bahía de Hudson podremos observar la grandeza del norte canadiense. Por ejemplo, los primeros estrechos por los que Amundsen se internó para descubrir el mítico paso del noroeste que permitía circunnavegar América del Norte por el Océano Glaciar Ártico.
El crucero de 9 días hace escala en la Isla del Príncipe Eduardo, en Terranova y en varios pequeños puertos de Labrador hasta llegar a la capital de los inuit de Canadá. El hecho de que sea posible con relativa facilidad llegar hasta tan al norte también nos permitirá pensar los efectos nefastos del calentamiento global y los cambios que provoca en la vida de las poblaciones de la región. Gentes que vivían de la pesca de mamíferos marinos deben cambiar su modo de vida y adaptarse a temperaturas mucho más altas. Un viaje que nos muestra cuán pequeños somos.
Otros cruceros viajan entre Boston con Montreal, en ambos sentidos, cruceros de 10 días que visitan Terranova, Luneburg y después recorren el canal de San Lorenzo, esa autopista natural que comunican los Grandes Lagos y las ciudades más importantes de Canadá con el Atlántico. Quebec, Montreal mostrarán su belleza más oculta.
Cruceros fluviales por el Volga.
Ahora volvemos al viejo continente. Rusia es otro país de contrastes, uno de los BRIC, países emergentes que buscan hacerse un lugar en el mundo tras superar épocas de dificultad. Rusia es un gigante, pero como todos los BRIC, necesita desarrollar sus clases medias, su turismo y su consumo interno, al tiempo que se democratiza y comienza a proteger su naturaleza.
Dada la inmensidad de su territorio, los cruceros fluviales son perfectos para recorrerlo. En otra página hemos hablado de los cruceros por el Dniéper en la vecina Ucrania. En Rusia es el río Volga y el sistema de canales que une el Báltico con Moscu, la principal ruta de cruceros fluviales. La ventaja de estos recorridos de 7 o 12 días es que, como en el resto de cruceros fluviales, lo que está fuera del barco cobra mayor importancia. Así las visitas de Moscu y San Petersburgo, la antigua Leningrado, son los grandes momentos del viaje. La Plaza Roja, los museos como el Hermitage, la perspectiva Nevski… Rusia postsoviética, postzarista, postmoderna… Y en mitad de esas dos megalópolis la Rusia agraria y, aparentemente, inamovible, las madréporas esenciales e intrahistóricas de Unamuno…
Sea como fuere el recorrido es estos cruceros más pequeños y humanos, nos permite tener una visión más general del país, más amplia, más pausada, es decir, un viaje de verdad.
Islandia y sus volcanes.
Los fiordos noruegos son otro destino típico del verano. El buen tiempo permite llegar muy al norte y contemplar el buen trabajo ecológico y divulgativo que ha hecho Noruega, en parte gracias al petróleo. Así son las paradojas del desarrollo.
Pero no nos iremos más al norte, no en vano estamos hablando del verano septentrional, en el hemisferio norte. Dirección Islandia. Islandia, un pequeño país en población (300.000 habitantes), pero rico en cultura, tecnología y espacios naturales. Y eso a pesar de una crisis financiera provocada por unos truhanes, -los hay en todos los países-, a los que el resto de los ciudadanos se han negado a pagar. Tal vez sea ese el camino contra la crisis, no socializar los errores de los especuladores financieros. Fuera de Islandia, se ha actuado de otra manera, paradójicamente, se ha puesto en el poder a los responsables del desaguisado. Curioso.
Como ven la singladura en un momento donde se puede pensar, reflexionar, ver, comparar y preparar la decisión, las decisiones, sobre la economía, la política, el amor.
Enfrentarse a la colosal imagen de los volcanes de Islandia, contemplar la verdadera frontera entre Europa y América, caminar por la falla que separa las dos placas, observar las fumarolas y los geisers rítmicos que hacen bailar sus chorros en el aire. La sobriedad de los islandeses, privilegiados con problemas comunes (lean si no las novelas de Arnaldur Indridasson), las miradas rudas de quienes han luchado con el volcán.
Desde la barandilla del crucero se ven la isla Surtsey, que es más joven que muchos de ustedes, ya que nació en 1963. Una vez más, la decisión es nuestra, verla como un trozo de roca sin vida, o contemplarla como una de las últimas muestras de nuestra supina pequeñez. Sabiéndonos pequeños podemos aprender a ser lo suficientemente grandes.
Para terminar un vaso de Madeira.
Volvamos a la zona subtropical, volvamos al calor para terminar sentados en una terraza de Funchal, en Madeira, donde numerosos cruceros hacen escala. Viniendo de España, desde Barcelona o Vigo, o Bilbao o Valencia, los buques que visitan Canarias, visitan ahora Madeira. Viniendo de Florida, de Miami, de Brasil o Argentina, los inmensos trasatlánticos que unen América y Europa, se detiene en las Bermudas y también en Madeira, para descansar y visitar, para ver este pequeño paraíso. Un paraíso afectado también por la crisis mundial, pero donde la gente aún tiene el tiempo y los arrestos para sentarse en una terraza sobre la calzada de piedras cuadradas, y tomarse un café y un vasito de vino de Madeira.
Las brumas se acercan del mar o descienden de las montañas con sombrero. Las brumas van bajando por las laderas. Tal vez malos augurios. Eso piensan los turistas. Pero si miramos al fondo de los ojos de los isleños, les veremos tan tranquilos. Eso significa que la tormenta, la bruma, la crisis, vendrá, golpeará y pasará. Tras ella, quedará la isla, el bosque, las viñas centenarias, quedarán, impertérritas, disfrutando del sol rejuveneció y de lo que venga.
Atardece en Madeira.
Lo que hace diferente las vacaciones, lo que hace diferente cada día es el valor que le damos. Disfruten pues de sus vacaciones, disfruten de cada uno de sus días, desde ahora.
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